La felicidad en los tiempos del COVID (y guerra, inflación, …)

Si pudo haber amor en los tiempos del cólera, como nos narró García Márquez, cómo no iba a ser posible encontrar felicidad en estos tiempos, en los tiempos del COVID, de la guerra de Ucrania, de una inflación galopante, y de un largo etcétera de dificultades que surgen día a día.

Lejos de querer pecar de optimista en exceso (lo soy… cuando una es del RCD Mallorca y del Atlético de Madrid no le queda otra), me gustaría acercar el concepto de felicidad tal y cómo lo describía Punset “la felicidad es la ausencia de miedo”.

La felicidad también podría describirse como un estado de bienestar mental sostenido en el tiempo y motivación o una mirada optimista hacia el futuro, para hacer frente a los retos y dificultades. La felicidad puede surgir al obtener aquello que queríamos (desde una perspectiva hedónica), pero también surge cuando somos capaces de sobreponernos cuando a aquello que no esperábamos, que no queríamos o que no buscábamos; es por esto que las personas felices son más optimistas y resilientes, o que las personas optimistas y resilientes son más felices.

Y hasta aquí todo muy bonito, ¿pero qué ocurre cuándo llevo meses y meses en ERTE, cuándo no sé si podré pagar el recibo de la luz, cuándo no sé qué ocurrirá con mi empresa? Pues que todo se complica y tenemos respuestas menos precisas gracias o por culpa del miedo, esa emoción primaria que activa el sistema de alarma de nuestro cerebro y nos prepara para huir o luchar.

Esta emoción es completamente adaptativa, nos ha permitido sobrevivir durante miles y miles de años, y se dispara ante amenazas reales o amenazas que pensamos que podemos llegar a vivir. Para ello, el miedo lanza una señal al cerebro a modo de “eh, amigo, prepárate para correr o luchar como nunca, porque nos la jugamos”, y como necesitamos muchos recursos (energía) para ello, se “apagan” todas las funciones no necesarias y nos preparamos con mucha adrenalina para hacer frente a esa amenaza con todo nuestro ser.

¿Cuál es el problema si es algo adaptativo?

Pues que es una reacción que debería durar tan solo unos minutos, no horas, días o semanas, y que, además de perjudicarnos físicamente por los altos niveles de adrenalina y cortisol, suprime nuestras respuestas lógicas y creativas al “apagar” el neocortex.
Permanecer en este modo nos vuelve más reactivos y menos reflexivos, las respuestas son más viscerales y menos creativas, y pese a un primer pico de energía, a la larga nos sentimos agotados y enfermos.

Entonces, ¿cómo se puede ser feliz en tiempos del COVID?

En primer lugar es imprescindible conocer e identificar nuestras emociones, saber reconocer en qué punto estamos para poder poner en marcha estrategias que nos permitan salir del modo lucha/huída y ponernos a funcionar en nuestro modo resiliente y optimista.
A partir de aquí, tenemos varias estrategias que poner en marcha:


1. Haz un check-in de tu cuerpo. No te llevará más que unos minutos al día y es muy sencillo. Simplemente siéntate en una posición cómoda, con la espalda apoyada y los hombros relajados, o túmbate e identifica cómo está de tensionado o relajado tu cuerpo.
Empieza desde la frente, cara, cuello, hombros, brazos y manos, espalda, piernas y pies. Presta atención a cada una de estas zonas y si están tensas, simplemente relaja esos músculos.

2. Respiración controlada. ¿Sabías que a través de la respiración somos capaces de mandar una señal a nuestro cerebro para que “apague” el modo lucha/huída? Pues así es.
Puedes hacer ejercicios de respiración controlada o guiada, encontrarás múltiples recursos en la red.
Aprovecha la postura / ejercicio anterior y realiza un mínimo de 5 respiraciones profundas si no tienes demasiado tiempo.
Mi consejo: regálate 10 minutos en total, notarás la diferencia.

3. Ejercita la atención plena. Puedes hacerlo a través de una sesión de meditación o mindfulness, tan de moda en los últimos años y con numerosas apps que pueden ayudarte, y que además combinan los tres puntos que os sugiero, o simplemente dedicándote unos minutos al día a una actividad relajante en la que no hagas ninguna otra cosa más que prestarte atención a ti y a lo que haces. Por ejemplo:
– darte un baño o ducha de agua caliente,
– tomarte una infusión,
– sentarte en tu sillón favorito solo con la luz de unas velas.

Debe ser una actividad relajante o pausada, y no puedes realizar ninguna otra actividad de manera simultánea (por ejemplo, no puedes estar en el sillón y mirar el móvil o la TV).

Solamente debes prestar atención a la actividad que realizas, sin pensar en nada más que las sensaciones de tu cuerpo. Al principio es complicado, pero con la práctica aprenderás a dejar pasar los pensamientos que te invaden.

Ninguno de estos 3 puntos solventará la situación actual, pero sí tendrán resultado en la forma en la que vas a afrontarla tú. Lo harás desde una perspectiva más sana, con una mente más clara y con una mayor capacidad de dar respuesta a las demandas del entorno.

¿Me cuentas si las pones en práctica?

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