Por qué nos cuesta dejar el móvil

Una de las nuevas colaboraciones de las que os vengo hablando es la de participar como tertuliana en el programa Cinc Dies de IB3. Creo que será una experiencia de la que aprenderé mucho, por lo diferente que es a mi trabajo, y que he iniciado con mucha ilusión y bastantes nervios.

En el primer programa estuvimos hablando de una muy buena iniciativa de Can Joan de s’Aigo, una conocida cafetería de Mallorca, en la que te invitaban a chocolate caliente si dejabas el móvil en caja. El debate derivó en lo complicado que es dejar el móvil, y quería aprovechar la ocasión de ampliar el tema.

Las personas funcionamos o actuamos en base a condicionamiento de nuestra conducta. ¿Qué significa? Que nuestra forma de comportarnos se rige, fundamentalmente, en qué pasa después de hacer algo y en función de nuestras experiencias anteriores. Por ejemplo, y de forma muy (muy muy) simplificada: si después de hacer algo recibimos una recompensa (algo positivo), con total probabilidad repetiremos aquello que hemos hecho. En cambio, si después de hacer algo recibimos algo negativo, no volveremos a repetirlo (o nos costará hacerlo).

 

¿Qué tiene que ver esto con el móvil? Pues precisamente la inmediatez y la atención que recibimos. Cada vez que colgamos una foto, recibimos likes (esa recompensa positiva), eso nos engancha y hace que publiquemos más para tener esas recompensas.

Esto ocurre con todo lo relacionado con el móvil. Cuando escribimos un WhatsApp, lo normal es recibir respuesta inmediata. Publicamos algo y recibimos likes, retuits, se comparte… una gran cantidad de refuerzos positivos, pero artificiales, que nos enganchan cada vez más y que nos conectan a un mundo digital pero nos desconectan del mundo real.

La gran pregunta aquí es ¿es bueno o es malo? La respuesta no es nada fácil. Nunca antes habíamos estado tan conectados, tan cerca de lugares lejanos, tan cerca de noticias, de información. Nos permite tener acceso a noticias que antes no veíamos y dan voz a las personas, sin que la información pase por el filtro de medios de comunicación o instituciones.

En el lado contrario, generan una enorme cantidad de relaciones irreales. Esas relaciones irreales, con una gran cantidad de interacciones que dan la sensación de cercanía, pero que en realidad son superficiales y poco personales. La dependencia que nos generan hace que les dediquemos muchísima atención, y que esa atención se la quitemos a las personas de nuestro alrededor, y quienes son en realidad nuestros amigos y redes de apoyo. Ser activo en redes sociales no es malo, siempre y cuando no descuidemos la que debería ser nuestra red principal, la de nuestros amigos reales.

 

Son muchas las excusas que nos ponemos para no dejar el móvil: trabajo con él, estoy esperando una llamada importante, necesito tenerlo por si me envían tal cosa… Os propongo un pequeño reto, el de dejar durante una hora al día, cada día, el móvil apagado o en otra habitación y que dediquéis esa hora completa a mantener una conversación real, sin ninguna distracción y prestando toda vuestra atención a la persona con la que estáis hablando. ¿Os apuntáis a hacerlo?

 

Post 25, reto 100 días.

 

 

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